Los profesionales de la educación canina sufrimos con frecuencia la falsa controversia que a raíz del conductismo, en su versión e interpretación más simple, se adueña de los temas importantes en el adiestramiento, la educación y el desarrollo de la inteligencia.
CONDUCTISMO
Reducir el aprendizaje e incluso los problemas clínicos, a un equilibrio de premios y castigos es un ejercicio empobrecedor.
Conduce a la frustración en la mayoría de los casos.
Entendiendo que el objetivo real de la intervención educativa y clínica del profesional del mundo del perro es la consecución de individuos integrados, sanos, educados en el control de sus actos y de sus emociones.
En las matemáticas, frente al sistema decimal al que estamos tan acostumbrados, el sistema binario tiene grandes limitaciones para desarrollar esa ciencia.
De forma similar, si pudiésemos trascender la subjetividad, podríamos decir que hay idiomas más dados a la poesía y otros más dados a la ciencia.
De igual manera, de todas las teorías del mundo de la psicología, el conductismo, con sus premios y sus castigos, positivos y negativos, ha servido y servirá para algunas cosas.
Pero reducir el rico mundo de la psicología aplicada al perro a conductismo, es empobrecedor y simplista.
LIMITACIONES DEL CONDUCTISMO
Comprender el desarrollo del perro y de sus relaciones con su entorno implica saber cuáles son las características de su personalidad.
Qué es la motivación, qué la dependencia, así como el papel de la identificación.
Además, entre otros factores, qué papel juegan los sentimientos, las emociones y los estados de ánimo.
A la hora de entender el desarrollo de la personalidad del perro y su capacidad de aprendizaje, también es fundamental conocer cómo interaccionan entre sí el afecto y la disciplina que recibe.
Ambas son las dos variables ambientales que más determinan la personalidad del perro y su manera de afrontar los problemas.
Evidentemente, todo ello supera el simplismo de los premios y los castigos.
Es frecuente en cónclaves profesionales del mundo del perro que, cuando se platean alternativas al adiestramiento en positivo, surjan, desde las emociones, respuestas a «todas las connotaciones negativas» que algún interlocutor perciba en «lo diferente a lo positivo».
Es ahí, en las connotaciones afectivas que tiene «lo positivo» en su simple formulación verbal, donde reside el éxito disfrutado en el mundo del adiestramiento canino.
Un éxito que es eco del pasado respecto a tendencias similares implantadas en la pedagogía humana, hoy en desuso.
Las limitaciones son obvias: no se puede manejar un perro agresivo mediante adiestramiento en positivo.
La imposición de un límite supone un mal objetivo para ese animal, por mucho bien subjetivo que queramos imponer.
Enseñar a aceptar la frustración será objetivamente negativo.
Pero adquirir la resistencia a la frustración forma parte de cualquier proyecto pedagógico que se precie.
CONCLUSIÓN
Una pedagogía bien implementada tiene que trascender necesariamente el conductismo simplón.
Al igual que ha de contener lo innecesario del castigo, lo contraproducente del mismo, el riesgo que conlleva de generalización de la respuesta, ha de incluir lo innecesario del premio, la bondad de la estimulación y la desnaturalización de los comportamientos.
Y digo todo esto sin olvidar que el adiestramiento en positivo es una opción atractiva y de primer orden para muchos propietarios que quieren participar activamente en el adiestramiento de su perro.
Es una posibilidad de lograr resultados muy aceptables en adiestramientos estructuralmente simples.
Pero siempre deben tenerse en cuenta sus limitaciones como técnica y su lejanía de la verdadera naturaleza de la educación.